Salgo de la farmacia (donde he permanecido un minuto y medio escaso) y lo primero que distingo es la sonrisa lobuna, ligeramente sádica, del policía municipal junto a mi coche subido en la acera. Me acerco y le digo:
-Perdone…
Él se lleva la mano a la culata del revólver de reglamento y mueve la cabeza muy despacio de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, en un signo universal que significa no. Continuar leyendo «La multa»
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