Hoy hace tres años y tres meses que escribí el siguiente post:
«Idea para un cuento a lo Richard Matheson: un matrimonio de cuarentones regresa a casa. Es tarde, la mujer se ha dormido y él conduce. Da varias vueltas a la manzana buscando aparcamiento, hasta que encuentra un hueco libre. Es muy pequeño, pero finalmente consigue meterlo. Al bajar, ve que el coche ha quedado a un palmo y medio del bordillo, pero decide dejarlo así.
Al día siguiente, cuando el protagonista se dirige a su coche y ve que está en el mismo sitio donde lo dejó, pero… completamente pegado al bordillo.No ha cambiado nada más. Las puertas del coche están cerradas, el cenicero limpio, no falta ni un papel en la guantera.
Llama a su mujer para contárselo, pero ella no recuerda que la noche anterior aparcara mal. En el trabajo, todos le quitan importancia: era de noche cuando volvió a casa; seguramente se imaginó que había más distancia hasta la acera, estas cosas pasan.
Él acaba olvidándose del tema.
Dos semanas después, discute acaloradamente con su mujer por cualquier motivo (a lo mejor uno ha descubierto que el otro tiene un/a amante, o a lo mejor discuten, simplemente, porque hace calor y el aire acondicionado se ha estropeado, eso da igual); él la empuja y, accidentalmente, la mata. Asustado, actúa por instinto: mete el cadáver en el maletero, conduce hasta las afueras y lo entierra.
Regresa a casa, se toma un un cóctel de ansiolíticos regado con alcohol y se queda dormido.
Al día siguiente, lo primero que oye al despertar es el sonido de la ducha y la voz de su mujer cantando.
(Bien pensado, a lo mejor da para algo más que un cuento. Mejor lo dejo aquí)»
Hasta aquí lo que escribí. Pues eso: han pasado tres años y tres meses y sigo pensando exactamente lo mismo. Es decir: mejor lo dejo aquí.
Hasta el tercer intento.
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