Voy a recoger los resultados de una revisión rutinaria. Vaya por Dios: en una eco me aparece el hígado ligeramente hinchado y, en un análisis paralelo, demasiada ferritina y los triglicéridos un poquito altos. El médico de cabecera dice «Bah, nada grave», pero arruga la nariz y me manda al digestólogo. Este resulta ser un fantástico personaje secundario que no desentonaría en cualquier relato de Ambrose Bierce. «Si fueras alcohólico te diría que los resultados son normales», me suelta a la primera de cambio. «Ya, pues lo siento, pero no lo soy», le digo, fuertemente apenado por tener que darle más trabajo. Él pone los ojos en blanco y me dice que, en ese caso, todo el problema debe de provenir de los triglicéridos (dice «triglicéridosss», así, con varias eses finales y un tono de odio ligeramente sobreactuado, como Bush, Blair o Aznar cuando decían «armasss de destrucción masivasss») Total: que vuelve a mandarme al médico de cabecera para que me ponga a régimen. Salgo, hago diez o quince minutos de cola, pido hora en recepción, vuelvo al cabo de tres días y resulta que mi médico de cabecera está de baja. Me visita una doctora que lo sustituye provisionalmente. Le cuento el caso, pone los ojos en blanco (como si hubiera estudiado en la misma facultad que el digestólogo), me pregunta qué ceno, cuanta carne roja consumo a la semana y me dice que siga así, que lo hago todo la mar de bien, que ningún problema con mis hábitos alimentarios. A mí se me escapa una risa tonta, entre la estupefacción y los nervios: «Entonces, ¿qué le pasa a mi hígado?» «Bueno… eso pregúnteselo al digestólogo.»
Para que luego digan que en los CAP no celebran el Día del libro por todo lo alto. Maravilloso homenaje a Kafka. Eh, y como quien no quiere la cosa.
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Una respuesta a “Aventuras a lo CAPka”
Ja som 2 que tenim aquest problema, per sort em deriven a Can Ruti, sort Pep