Voy por la calle pensando en mis cosas y, de pronto, un cincuentón (barbudo, gafas de sol, barriga cervecera, no lo he visto en mi vida) se me planta delante y me dice:
-Tú eres Bras, ¿verdad? El de Exemplar gratuït. Tío, tú inventaste el Twitter.
Tardo unos segundos en comprender que habla en serio. Le digo que si hubiera inventado el Twitter no tendría que conducir un coche que tiene 18 años ni llevar las mismas gafas que en 2009, porque a mí, por naturaleza, me encanta cambiar de gafas compulsivamente. Él se ríe con una risa de hiena de dibujos animados.
-Ya sabes por qué lo digo, hombre. Por los microcuentos. Es lo más genial que has escrito.
Y se va. El cabrón me suelta la bomba de Hiroshima, zasca, y me deja tirado como un perro calvo en la Gran Via de Premià.
Qué triste, amigos. Exemplar gratuït se publicó en febrero de 1987 (un mes antes que El vaixell de les vagines voraginoses). Si mi anónimo lector tiene razón y, sin saberlo, inventé Twitter antes que la telefonía móvil (cosa que no tengo por qué poner en duda: todos mis lectores son muy inteligentes, a la par que atractivos), en estos momentos yo estaría pilotando mi propio jet por el Caribe, viendo a Beyoncé y a Charlize Theron luchando en una piscina de barro o lo que sea que hagan habitualmente en sus ratos de ocio los inventores de redes sociales. Y, en vez de eso, aquí estoy, una tarde del sábado, tecleando chorradas en un blog mientras hago tiempo antes de reírme con los silbidos de la Copa del Rey (espero que no me multen por decir eso, o me tocará estar otro año con las mismas gafas).
La próxima vez que se me ocurra algo genial procuraré tener más visión de futuro.
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