La imagen es de Borges: la vida como un jardín de senderos que se bifurcan y por donde tienes que escoger constantemente para seguir avanzando. Nunca lo había pensado, pero creo que hasta hoy no puedo quejarme de los senderos que escogí, y eso que no siempre parecían los más recomendables. Ejemplo 1: Con veinticinco años iban a hacerme fijo en TVE (Y aclaro: por aquel entonces, ser fijo en TVE no era el trabajo más agotador del mundo). Pero tuve una visión; me vi a mí mismo, cuatro décadas después, convertido en una especie de macaco gibraltareño adiestrado para fichar de ocho a dos, y presenté la dimisión. El último día, y a modo de despedida, el hombre uniformado del garito de la entrada se quedó con mi carnet de acceso y murmuró, despectivamente:
-Chaval, qué vergüenza para tus padres.
El comentario me dolió, pero gracias a eso, poco después acabé dirigiendo el Va de Cine y pude vivir cuatro de las temporadas más felices de mi vida. Ejemplo 2: Con treinta y uno, me encontré haciendo de guionista de “La radio de Julia”. Julia Otero era la reina de la tarde en Onda Cero, el programa estaba a punto de ganar un Ondas, comíamos en un restaurante muy chic al mediodía. En fin, que todo parecía salido de un cuento de hadas. Excepto yo. Yo era el puto sapo, no el príncipe. ¿Nunca habéis soñado que estáis en medio de un examen para el que no habéis estudiado? Pues me sentía exactamente así cada día, obligado a escribir sobre grandes temas de Actualidad en mayúsculas (recuerdo el primero que me tocó: El Integrismo Islámico) sin que existiera todavía San Google, el patrón de los guionistas.
Total: aguanté un año para poder tener derecho a paro, y luego lo dejé.
“Tranquilo, cari, lo entiendo”, sollozó la pobre Nana. Pero yo notaba que, mientras me daba el abrazo, iba tomándome las medidas para la camisa de fuerza.
Por suerte, una vez más, salió bien. El nuevo sendero me condujo a escribir “L’edat dels monstres”, que quedó finalista en el premi Sant Jordi. Y mi siguiente trabajo fue en El Terrat de Radio. (Ya es legendario como lo conseguí, mandándole a Andreu una nota que decía: “Hola. Tinc gana. Tens feina?” Nada más. Me apetecía trabajar con él, crucé los dedos y sí, fue recíproco. Fin del paréntesis)
Ejemplo 3: esta vez no he sido yo el que lo ha buscado, pero el caso es que vuelvo a tener delante dos senderos. Uno consiste en ignorar los cartelitos de “Peligro: malvado ERE al final del camino” e intentar seguir como si nada, silbando alegremente la melodía del Puente sobre el río Kwai, por la ruta de los últimos años. “Tira millas, es lo tuyo”, me decían esta mañana Vane y Ruben. Y yo, que les quiero mucho y agradezco la buena intención, no sabía como explicarles que sí, que tienen razón, que lo lógico sería eso.
Pero, conociéndome, el mal ya está hecho. Es como cuando una mujer te dice: “A lo mejor deberíamos buscar un consejero matrimonial”. A lo mejor es que se está tirando a otro. Pues eso. Que creo que acabaré tirando por el otro sendero. El que me hace segregar adrenalina. ¿Hacia donde se dirige? Bueno, esa es otra historia. Y este blog ya se ha alargado demasiado.
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