Ya es oficial: durante los próximos 18 meses seguiré sin existir realmente como ser civilizado, es decir, sin tener Iphone. La historia es previsible: se terminó el contrato que me ligaba a mi ex (compañía), hice 300 abdominales, me perfumé, me puse mis mejores calzoncillos y me fui a vender mi cuerpo al mejor postor con tal de conseguir el juguetito de Apple. No, miento: volví atrás y me añadí tres calcetines de relleno, por si así, además, conseguía gratis la funda.
Nada, un desastre. Todas (las compañías) son unas meretrices del copón. Y no quiero faltar el respeto a nadie. Hablo en general. Pero lo son. Al principio, bien. Pero en cuanto salía el tema cifras, cagada. “Estooo, y dígame, señor Bras, ¿qué consumo mensual tiene?” En cuanto yo respondía, a todos los empleados les cambiaba de golpe la expresión. Era fácil reconocer esa mueca conmiserativa, esos ojos cobardes, huidizos, rehuyendo mi mirada de apestado. Hace casi veinte años, cuando buscaba mi primer zulo de propiedad y confesaba de qué cantidad disponía para la entrada, los tipos de las fincas reaccionaban igual. Menos uno que se echó a reír creyendo que era un chiste a lo Jaimito Borromeo. Y otro que me llamó gilipollas por haberle hecho perder SU tiempo, que al parecer era TREMENDAMENTE IMPORTANTE (lo dijo así, en mayúsculas, y decía la verdad porque ha acabado llegando a la cima: el tío se presenta a las municipales, tengo que acordarme de no perderme su mitin final).
Total: que después de una humillante semana transitando por el zoco de las telecomunicaciones, y entender esa parábola a lo Karate Kid de que una ardilla cutre jamás será un majestuoso delfín por más que se duche frecuentemente y trate de pavonearse por ahí con un pez en la boca, he vuelto a atarme año y medio con otra (compañía) y, a cambio, voy a tener un terminal nuevo y un poquito mejor. Y gracias.
En fin. Estoy bien. Todos sabemos que la felicidad no consiste en conseguirlo siempre todo en un plis plas, sino en plantearse retos constantes y encontrar fuerzas para alcanzarlos. Esa es la teoría. Así que lo del maravilloso, sensual, adictivo y superchulo Iphone que en el fondo no necesitaba para nada, porque, total, yo no pierdo el tiempo en todas las chorradas que puedes hacer con él, ya está totalmente superado. En serio.
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