Por cierto, que esta foto tiene su propia anécdota. Fijaos en nuestras caras (especialmente en la de Ramon Juncosa): sin fuerzas para sonreír, muertos, reventados después de una de nuestras maratones radiofónicas de dos horas. En eso que alguien de la radio nos comenta: “Ha venido un tipo que quiere sacaros una foto”. Así, sin más. Andreu dice: vale. Aparece el tipo.Lo recuerdo alto, muy flaco y con la pinta del Doctor Doofenshmirtz, el enemigo mortal de Perry El Ornitorrinco, aunque mejor peinado. Habla inglés, pero poco. No es que hable poco inglés, es que habla poco. Nos dice su nombre (que he olvidado) y nos estrecha la mano uno a uno, muy educadamente. Entonces nos dice que nos pongamos como nos dé la gana, saca un par de fotos, nos da las gracias y se larga. Punto. En ningún momento nos resume su biografía o nos cuenta para qué quiere la foto.
El típìco guiri buscando un souvenir, pensamos.
Bien, hagamos una elipsis. Pongamos que de un par de meses.
Andreu llega a la radio y se encuentra un sobre con una invitación de la Fundació Tàpies. Una exposición de un prestigioso fotógrafo. A Andreu le chifla la fotografía. Decide ir aquella misma tarde. Va. Entra por la puerta y lo primero que ve es la foto de arriba. Nuestra foto. Pero no tamaño 21 x 29, con un humilde marco de los chinos, en un rincón al lado de un cenicero, sino a lo grande, venga foto, que no falte. Ocupando toda una pared.
Cuando Oriol, Fermí, Ramon y yo corrimos a verla fue tal nuestra vergüenza que rezamos para que el calcetín de la Fundació bajara de la azotea y nos engullera como una anaconda. Y menos mal que íbamos prevenidos y llevábamos puestos los bigotes y nariz postizos.
Total, que el tipo era (supongo que aun lo es, algún día alguien me recordará su nombre) un prestigioso artista internacional. Y le dio por usarnos como modelos. La pregunta es: si llegamos a saberlo antes, ¿habríamos salido sonriendo?
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