Tiempos de pereza


Menos mal. Dicen que pronto todos llevaremos esas gafas de Google que lo hacen todo por ti. Ya tardaban, porque hasta sostener un móvil  de 200 gramos empezaba a representar un esfuerzo sobrehumano.

El ser humano moderno ha nacido cansado. Quiere limpiaparabrisas que se activen con la lluvia. Quiere coches que aparquen solos. Quiere un GPS que le guíe del trabajo a casa. Quiere llegar a casa, dar una palmada y que un robot con tetas le sirva un bogavante y le coma la polla.

El sábado pongo la radio y oigo a unos señores muy sabios (se les nota en las pausas súper intelectuales que hacen, casi puedo oír la caspa rebotando en sus hombros durante los silencios) hablando de una exposición que acaba de inaugurarse en Barcelona. Al parecer, la mayoría de las fotos son collages de imágenes que los artistas han ido bajando de internet. Tecleas en google “Puestas de sol”, te imprimes 10.000 distintas, haces un mural con ellas, le pones un título guay y ya puedes correr a comprarte la camisa de Custo Barcelona estar cool en la inauguración.

Como concepto teórico es irreprochable: populariza el arte. Estaríamos de acuerdo en que uno no tiene por qué tener el dominio de la figura humana de un Miguel Ángel para que le den el título de artista.

El problema es que, de pronto, uno de los gurús de la radio añade: “Hay que asumir que está todo inventado. (Larga pausa, caen seis copos de caspa)Así que la figura clásica del demiurgo encerrado en su torre de marfil intentando crear algo nuevo no tiene sentido hoy en día. El arte moderno debe consistir en dar otro sentido a lo que ya existe.”

Ejem.

¿Seguro?

¿Todo el arte moderno debe de hacer eso?

¿Cerramos las Academias de dibujo? ¿Los conservatorios de música? ¿Las escuelas de escritura?

¿Para qué molestarse a aprender la técnica, las bases de nada, si todo está hecho ya, y lo más chuloy moderno es hacer un patchwork siguiendo nuestros impulsos creativos?

¿Es Ana Rosa Quintana la James Joyce del siglo XXI? No, pregunto.

Picasso decía que sin transpiración no hay arte. Y bajando cosas por el google no se transpira mucho. A mí ese planteamiento del Todoyaestahechismo me parece más que moderno, derrotista, un espejo de la pereza generacional que nos ha ido infectando  lentamente a partir de los años setenta (los del post hippismo, los del despertar de los sueños rotos), como la niebla de Carpenter. Que cada cual piense como le dé la gana, pero para mí, alguien que crea (un escritor, un pintor, un compositor, un guionista, pero también un ebanista, un pastelero y alguien que prepara centros de flores para bodas) debería estar obligado por ley a decirse a sí mismo, cada vez que se levanta de la cama: “Hoy voy a inventar algo nuevo que será la hostia”. Aunque sepa que es mentira. Si no, es imposible que tenga fuerzas para subir la cuesta. En el mejor de los casos lo que le saldrá con esta actitud será una idea chula bien vendida, pero sin genialidad.

La conversión del artista en publicista.

A no ser que las gafas de Google vengan con una App integrada: “Hacer algo nuevo”.

Entonces sí, entonces me callo.

 

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