Este año no me he disfrazado por Carnaval. Lo más parecido que he hecho ha sido homenajear la (ex) cabellera de mi hija. El caso es que a principios de año Alba decidió hacerse un alisado japonés, y como a mí me daba pena verla seis o siete meses sin sus rizos (es lo que tienen los alisados japoneses, que duran más que un sobre cerca de un ministro del PP) le dije: hazme una foto con él. Ni corta ni perezosa, mi hija se colocó detrás, soltó su (ex) pelo y Nana hizo la foto. Al verla no me reconocí. Es algo extraño, imposible, como si Puyol (el del Barça), de repente, se hubiera vuelto miope.
0¿Disfraz?
