«LLevas la tira de tiempo sin colgar nada en las redes», me comenta un amigo en tono despechado. «A ver si te pones las pilas.»
Y es verdad: tengo que quitarme de encima esta malsana pereza postvacacional (que, en mi caso, resulta un poco absurda, porque este año no he tenido vacaciones). Desde que comenzó septiembre, sólo estoy escribiendo trece guiones de una serie Institucional y una presentación sobre técnicas de comunicación para la productora Undatia de Josep Puigbò; preparando el curso de Novela II para L’Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès (soy el chico nuevo este año y toca ponerme al día en el plano teórico: unas 700 páginas); pensando el argumento de un comic que le tengo prometido desde hace meses al amigo Ricardo Peregrina; documentándome a fondo sobre los años 50 para otro cómic que le tengo prometido desde hace menos tiempo a Guille Martínez-Vela; he terminado mi parte pero sigo abierto a seguir escribiendo y/o reescribiendo la obra de teatro que tenemos a medias con Juan Cruz (aunque, al final, no hubiera paella en la costa, que, a mi modesto entender, era lo que daba más ímpetu al proyecto) . Y había otra cosilla… algo que ahora mismo no recuerdo… ¡Ah, sí! Nada, una tontería: también escribo mi nueva novela. Pero eso lo hago para no oxidarme.
Así que mi amigo, El Despechado, tiene toda la razón: es imperdonable que tenga abandonadas las redes y que, encima, en cuanto me decido a romper el silencio, me ponga a dar excusas en vez de colgar algo divertido. Voy a por un complejo vitamínico y me pongo ya a socializarme. Pero si veis que estos días me cuesta, que sepáis que en cuanto tengo un segundo libre pienso en vosotros.
Post…¿qué?
