-¿Te he comentado que Sofía odia el humo? -pregunta el Rey, pero Mariano, que no atiende a indirectas ni de Dios desde que tiene mayoría absoluta, sigue chupando su puro largo y grueso como un antebrazo.
-Majestad -dice-: he venido a decirle que voy a salvar España. Pero para eso voy a tener que dar por saco a mucha gente. En realidad, a la mayoría de españoles. Los muy pobres, pobres, de clase media y media-alta, básicamente.
-¿Y qué problema hay? Mientras ganemos la Eurocopa…
-¡Es que no puedo esperar tanto! Esa maldita zorra me está presionando.
-¿Barbara Rey?
-No, la Merkel. Necesito una noticia que distraiga a la peña mientras yo sigo cargándomelo todo sistemáticamente: sanidad, cultura, investigación, estado de las autonomías…
-Ya veo. ¿Y en qué habías pensado?
Por toda respuesta, Mariano deposita un sobre sobre la mesa.
-¿Qué es? -pregunta el Rey.
-Fotos comprometedoras, Majestad.
El Rey abre el sobre, echa un vistazo a lo que hay dentro y apenas cambia de expresión.
-Me tienes bien cogido por los huevos, gallego cabrón -murmura en tono triste pero campechano.
-Así es, Majestad.
-¿Y bien? ¿Qué quieres que haga?
Mariano sonríe, saboreando su triunfo. Dice:
-Los guionistas del partido han pensado dos opciones, Majestad. Una es que explique a qué destina la Corona el dinero público que recibe.
-¡Jamás! -El Rey da un puñetazo tan fuerte sobre la mesa que la parte en dos- ¡Antes muerto que someterme a algo tan ruin! ¿Y la otra opción?
-Matar a un elefante y romperse la cadera.
-Ja ja ja. ¿Es una broma, no?
Y Mariano le sostiene la mirada.
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