Este señor de la foto casi justifica por sí solo nuestro viaje a Roma. Se llama José Miguel Burgui y es un cura de Pamplona que habla como Pepe Rubianes pero sin tacos. Es el guía de las catacumbas más importantes de la ciudad, las de San Calixto, y desde que empieza la visita hasta que termina, uno tiene la impresión de asistir a un club de la comedia bajo tierra y rodeado de kilómetros de nichos milenarios, lo que no deja de tener su punto surrealista. José Miguel habla como una ametralladora, cuenta anécdotas al tiempo que respira, se mete constantemente con los niños (que se tronchan con él), incluso finge que va a sacrificarlos como en los ritos paganos. Usa un truco buenísimo para captar la atención: no para de regalar cosas (fotocopias, objetos y postales) a los turistas que responden acertadamente a sus preguntas.Pero lo mejor es cuando se arranca a cantar a pleno pulmón en la cripta de Santa Cecilia, con la excusa de que es la patrona de la música. Un momento inolvidable, me saltaban las lágrimas y no precisamente de emoción.
Al terminar la visita (éramos el último grupo del día) nos obsequió, como propina, un repertorio de chistes sobre catalanes. Empezando por el clásico “¿Cómo se meten a catorce catalanes en un Mini? Echando dentro una moneda. ¿Y cómo se sacan? Diciéndoles que es un taxi”
Un crack, en serio.
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