En 1985 era redactor del programa Recull de TVE, y me enviaron a cubrir la elección como lehendakari de José Antonio Ardanza. Pasé un par de días en Bilbao, y me pareció el lugar más gris del mundo. Una urna de cenizas habitada. Un muestrario de chimeneas azotadas por la lluvia. Me compré una chapela de recuerdo y juré no volver más.
Veintiséis años después, y una vez pasada mi promesa por el forro, Bilbao me ha parecido una de las ciudades top ten para vivir, una lección de cómo mezclar tradición y modernidad.
Moraleja: todo cambia tarde o temprano. Por eso es tan absurdo ir por ahí colgando etiquetas de por vida.
1