Hace algunos años, un editor (de cuyo nombre no quiero acordarme) me dio la oportunidad de convertirme en escritor full time. Eso sí: puso sus condiciones, que en resumen consistían en escribir lo que él me fuera dictando. Dos o tres piezas al año. Para empezar, una novela a lo David Leavitt (sic) ambientada en la noche dirty de Barcelona, y uno de esos manuales súper divertidos que la gente compra por el ocurrente título y nunca lee…
Decliné su ofrecimiento, y años después sigo sin arrepentirme. Prefiero escribir un libro cada lustro, pero que, al menos, sea el que a mí me apetece, no el que dictan las (presuntas) modas del mercado. Supongo que en televisión todo es mucho más complicado que en el mundillo literario, pero a menudo, zapeando por ahí, tengo la impresión que, en general, falta ese puntito de inconsciencia o de autoestima que te empuja a hacer lo que te sale de las entrañas en vez de agachar la cabeza con resignación y, en nombre de la subsistencia, limitarte a clonar con más o menos gracia lo que los directivos de los grandes despachos dicen que funciona.
0