El niño de la derecha soy yo, con seis o siete años. El de la izquierda es el cosinet Jaume, pero pasad de él y concentraos en mi mano: en efecto, estoy a punto de robarle un caramelo a Su Majestad, Melchor de Oriente. ¡Dios, robarle a un Rey Mago, lo más grande de la infancia! No recordaba esta imagen terrible y ha sido como descubrir de pronto que soy uno de los delincuentes más precoces de la historia, el Mozart del robo a pequeña escala, el Dillinger del Maresme Sud. Si el infierno existe lo tengo claro, amigos: de cabeza a la caldera.
PD: Sé lo que estáis pensando: qué huevos tenía el Rey, menudo enclave escogió para poner los caramelitos de los críos. Bueno, allá él con su conciencia. Yo solo iba a robar, que quede claro.
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