El show de la mina


Existe una posibilidad remota de que la historia de los mineros chilenos sea cierta, pero yo no me la creo. Y eso que en su momento me creí la llegada del hombre a la Luna, la muerte de Elvis y la posibilidad de quedarse embarazada en una piscina pública (bueno, esta última no me la creí, sólo estuve a punto de provocarla durante un calentón adolescente, suerte que ella, la chica, había oído a hablar de los preservativos subacuáticos). Pero hay algo en este largo culebrón del verano-otoño 2010 que me da muy mala espina. Todo es demasiado de cuento. Sus treinta y tres protagonistas, hombres sencillos atrapados bajo tierra (al principio pensé que se trataba de una campaña viral de “Buried”, luego vi que se alargaba demasiado). La estructura de la trama en los clásicos tres pasos: planteamiento (el accidente), nudo (el proceso de perforación) y desenlace (el salvamento). Las cámaras a lo Alien para mantener el suspense durante la parte del nudo. El orden del salvamento final a lo Titanic: los más fuertes al final. Sin entrar en cómo beneficia la historia a todos: 1) A un país que, en imagen ante el mundo, ha pasado del puro guano a tener su propio Apolo XII diseñado por la Nasa, la cápsula Fénix (¡Por Dios, si hasta el nombre parece ideado durante un brainstorming de los guionistas d’El cor de la ciutat!). 2) A su presidente, que de la noche a la mañana ha pasado de ser el Berlusconi chileno a ser un tío campechano que hasta sonríe como Rubianes. 3) A los medios de comunicación, que al menos por un verano han podido dejar de lado las noticias de mordiscos de perros para abrir los informativos. Y 4) A los mineros. Uno ya ha dicho que aprovechó su cautiverio para escribir un libro que, por supuesto, se disputan todas las editoriales. Otro salió de la cápsula montando un show de tal calibre que no dudo que pronto tendrá su propio late. Ya deben estar los de atrezzo diseñando un plató en forma de mina.

Vale, a lo mejor me paso de conspiranoico. Puede que me influya haber leído “Storytelling, la máquina de fabricar historias y formatear las mentes”, de Christian Salmon, donde se viene a denunciar precisamente eso, que nos hacen tragar todo con el fin de llevarnos hacia donde les da la gana. Sería como  “El Show de Truman” pero al revés: aquí la mayoría somos Truman, no sabemos que flotamos en una gran mentira.

Mi mujer se ríe cada vez que hablan de los mineros por la tele y yo salto: qué buen actor es este.

Se piensa que lo digo en broma.

Qué cabrones. Nos la han metido doblada.

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