Acabo de vivir una hilarante escena de sit-com. Imaginad que el protagonista, llamémosle X, cumple años. Llega a casa, enciende la luz, y se encuentra a todos sus amigos gritando: “¡Sorpresa!”
¿Lo hemos visto mil veces en la pantalla, verdad? Ahora, imaginad que X.,en vez de alegrarse, se cabrea; se da la vuelta y, sin decir ni mu, corre a encerrarse en la cocina, dejando a todo el mundo con la sonrisa helada en la boca. Dejad de imaginarlo, porque ha ocurrido de verdad. X. es mi amigo Xavier, Xavi Sans. Ayer cumplía 45 y Gemma, su mujer, nos pidió que le montáramos la fiesta.
El plan, como siempre en estos casos, era brillante: Gemma finge haber reservado mesa en un restaurante de Barcelona. A las 21 horas salen de su casa en Vilassar de Dalt, Gemma nos hace una perdida y aprovechamos para entrar. Lo preparamos todo (los manjares que ha traído cada uno, los manteles, los globos, todo eso). Entonces le decimos a la vecina:
-Ahora.
La vecina le llama:
-Xavi, ¿dónde coño estáis, joder? Hay un tremendo escape de agua en tu casa. Me está destrozando la pared. Voy a llamar a la policía.
Cuando cuelga, todos aplaudimos. Ha sido una interpretación brillante. Meryl Streep una mierda al lado de la vecina de mi amigo.
Supongo que ese es el problema. Que él se traga el anzuelo hasta el esófago. Piensa: ¿Qué puñeta le he hecho al cabrón de Dios? Aún me falta una semana para pillar vacaciones (esa semana HORRIBLE que a todos nos parece un siglo) y, para acabar de joderme bien jodido, el día de mi cumpleaños tengo un escape en casa. Más que eso: por el tono de la vecina debe de ser la puta madre de todos los putos escapes.
En vez de cenar tranquilamente con su familia, tiene que deshacer veinte kilómetros de autopista y volver a pagar peaje (somos catalanes), mientras se imagina embutiéndose el traje de neopreno para poder entrar en el nuevo pantano de Sau, llamando a un fontanero de los que enseñan la regata cuando se agachan y que le pide un riñón y parte de la vesícula sólo como adelanto del desplazamiento.
Seguro que Xavi piensa en todo eso cuando llega farfullando entre dientes, abre la luz del comedor y ve un centenar de rostros sonrientes exclamando:
-¡Sorpresa!
Visto así, qué suerte que en ese momento no llevara encima una ametralladora.
Per molts anys, Xavi. I perdó.
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